El molusco en cuestión es un pequeño mejillón de aguas dulces y salobres que apenas alcanza los 3 centímetros de longitud. Es originario de los grandes lagos del Este, Caspio, Aral y mar Negro, desde donde se extendió por Europa Central y América del Norte, colonizando los grandes lagos y la cuenca del Mississippi. Probablemente alcanzó estos lugares tras viajar como lastre de los barcos mercantes. A España no llegó hasta 2.001. En este comienzo de siglo fue detectado en el embalse de Ribarroja en Tarragona. Tras colonizar las cuencas de la vertiente Mediterránea alcanzó también, en esta misma cuenca, los tramos superiores del Ebro.
El territorio de Castilla y León pertenece casi al 90 % a la cuenca del Duero, pero en Burgos se encuentra el embalse del Sobrón, en el Ebro, donde ya ha aparecido este mejillón. Dado que los pescadores pueden pescar fácilmente hoy aquí y mañana en el Duero, el contagio, si no se toman precauciones, es más que previsible.
Cada mejillón puede producir 40.000 huevos que dan lugar a larvas microscópicas que se mantienen flotando durante dos meses hasta que se fijan al fondo. Estas larvas pueden transportarse fácilmente en los utensilios de pesca, botas, vadeadores o pegadas al fondo de embarcaciones. La especie es sumamente peligrosa, pues coloniza con miles de individuos por metro cuadrado las tuberías, acequias e infraestructuras de riego, causando graves pérdidas y daños en la industria y en la agricultura. Está catalogada entre las 100 peores especies invasoras del mundo. También se alimenta de fitoplacton, privando de este alimento a otras especies autóctonas.
En las masas de agua de Castilla y León ya se ha producido la invasión de otras especies como la gambusia, el siluro, el lucio, el alburno o la lucioperca que han perjudicado seriamente a la fauna piscícola autóctona. La mejor forma de evitar que el mejillón cebra llegue al Duero y sus afluentes será extremar los cuidados, desinfectando los utensilios de pesca con agua clorada y dejando secar bien los equipos.
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